martes, julio 31, 2012

NUNCA MÁS DESARMADO



Declaración política de Haris Hadzimihelakis

Para empezar, tengo que aclarar que este juicio lo considero un teatro más de guerra y la presente declaración política —porque se trata de una declaración política y no de una apología— es un acto más de enemistad, por parte del bando de las fuerzas revolucionarias. Ya he asumido mi responsabilidad por la pertenencia a la O.R. Conspiración de Células del Fuego. Por lo tanto, como un orgulloso miembro de la CCF, pero también como revolucionario y anarquista, percibo la ocasión de mi «declaración» como una tribuna para la difusión del discurso revolucionario y del desarrollo de mis posiciones políticas en torno a la guerra revolucionaria.

Para empezar quisiera referirme a la institución de la justicia. Desde los regímenes feudales, en los cuales la justicia se manifestaba a través del monarca absoluto, que poseía tanto el poder legislativo, ejecutivo y judicial, hasta los modernos Estados capitalistas occidentales, que al adoptar la separación de poderes inventada por Montesquieu, dividen e independizan entre sí a estos tres aspectos del Dominio. La institución de la justicia, siendo recaudadora y aplicadora de las leyes, constituye uno de los pilares fundamentales del Dominio, como también una institución más de incontenible explotación y opresión.

Está claro que la justicia era y seguirá siendo de clase. Basta con ver como las personas físicas que componen esta institución se enfrentan a los pequeños delincuentes, los toxicómanos, los parias de esta sociedad, a los cuales aniquilan condenándoles a años y años de cárcel con la misma facilidad con la que comen su desayuno. Pero en el mismo momento en que cualquier político, juez o empresario metido en líos —pero con doble prestigio y peso especial— no sólo se salva intacto, sino además con una sobrante arrogancia denuncia a aquellas, al fin y al cabo, aparentes y/o ficticias persecuciones, hechas para manchar su reputación. Pues, en el mismo momento en que todos esos viven y prosperan gozando un prestigio particular, 12.500 presos están amontonados en unas condiciones que ni animales hubieran aguantado. Presos que en su mayoría están en la cárcel debido al recrudecimiento de la violencia dentro de la misma clase, la clase baja. Una violencia dentro de la misma clase que se está produciendo por un lado dada la desigualdad económica que al aumentar cada vez más infesta a una gran parte de la población y por otro al ser el resultado de la institución de la propiedad que constituye una de las más fuertes piedras angulares del dominio capitalista. La institución de la propiedad, su estructura y sus particulares características llevan a la expansión de una compleja red de comportamientos sociales y valores explotadores que abarcan por completo el tejido social, como también una forma de pequeña autoridad, la cual podemos encontrar en la mayoría de los sectores sociales oprimidos y que se debe a la reproducción, desde abajo, de los modelos de comportamiento dominantes. De este modo, como consecuencia de esta institución, surge también el esperado sentimiento de inseguridad, que acompaña al frenesí consumista —que es el elemento principal del mundo capitalista moderno occidental— y produce la continua acumulación de —en su mayoría comprados por medio de créditos— bienes materiales por parte de la pequeña burguesía. Las desigualdades económicas se están manifestando finalmente en forma de una delincuencia entre la misma clase. A esta delincuencia la temen los propietarios pidiendo más policía, sistemas de seguridad y protección. En esa continua demanda por seguridad, que de una parte contribuye a que el tejido social se vuelva más y más conservador y de otra produce una sociedad de seguridad y vigilancia reinada por la policía, encuentra en la institución de la justicia su razón de ser.

La guardiana voluntaria del orden existente, la moderna diosa Temis, una harapienta y deplorable figura que asume el «sagrado» deber de imponer el castigo a los transgresores de la ley, a los individuos que provienen de un tejido social roto en mil pedazos. Para aclarar mi propia posición en este punto, quiero decir que no tengo nada que ver con la pequeña delincuencia ni con el crimen cometido dentro de la misma clase. Al contrario: estas prácticas están a miles años de luz de mi código de valores. Y esto naturalmente, no por respeto a la institución de la propiedad, de la cual soy enemigo declarado, sino porque percibo la puntería como elemento básico y estructural de cada acción. Cuando los oprimidos en vez de oponerse al sistema capitalista, que es la fuente que produce la desigualdad, encuentran coartada en la explotación que sufren ellos mismos y en el aislamiento al que están condenados para luego golpear y robar, generalmente tratan a sus semejantes como enemigos. Según mi opinión, fingen no poder ver y actúan de manera ilusoria no pudiendo entender la verdadera magnitud del problema, los verdaderos culpables del crimen capitalista.

Ver aquí la publicación completa: http://www.mediafire.com/view/?2f31jce63kk4q63

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